Un Hegel actual, luego del hegelianismo
La biografía más reciente de Hegel inicia la presentación de su personalidad filosófica con una descripción tan antipática como divulgada:
"Hegel es uno de esos pensadores de los que toda persona culta cree saber algo. Su filosofía fue la precursora de la teoría de la historia de Karl Marx, pero a diferencia de Marx, que era materialista, Hegel fue un idealista en el sentido de que pensaba que la realidad era espiritual en última instancia, y que esta realidad se desarrollaba según un proceso de tesis/antítesis/síntesis. Hegel glorificó también el Estado prusiano, sosteniendo que era obra de Dios, la perfección y la culminación de toda la obra humana: todos los ciudadanos de Prusia le debían lealtad incondicional a su Estado, que podía disponer a su antojo de ellos. Hegel desempeñó un gran papel en la formación del nacionalismo, el autoritarismo y el militarismo alemanes con sus celebraciones cuasi-místicas de lo que él llamaba pretenciosamente “lo absoluto” […]
Prácticamente todo lo que se dice en el párrafo anterior es falso, salvo la primera frase. Pero lo más chocante es que, pese a ser clara y demostrablemente falso, y a que desde hace tiempo es conocida su falsedad en los círculos académicos, este cliché de Hegel continúa repitiéndose en casi todas las historias breves del pensamiento o en las cortas entradas de un diccionario [1].
El escrito presente, destinado a un público más amplio que el de los círculos académicos de filosofía, tiene la intención de contribuir a la corrección de esa figura antipática y ridícula de la personalidad filosófica de Hegel, tan aprovechable para la picaresca intelectual; amena y exitosa académica y editorialmente, ésta sólo se justifica si es oportuna, pero si se vuelve hábito no es más que negligencia mental. Dentro del ámbito en que hemos de abordar a Hegel, su filosofía del arte, ya hay por fortuna trabajos significativos. Félix Duque, por ejemplo, aborda un Hegel a salvo de las dos orillas extremas: la de los celebrantes del sistema y la de sus anatematizantes, como ocurre con la furia olímpica de Xavier Zubiri, para quien Hegel era un “Emperador del pensamiento” que había cerrado “un sistema de sistemas, todo lleno de redondeces y de perfecciones”[2]. Y en la historia del arte merece mencionarse el trabajo de Bernardette Collenberg-Plotnikov, quien reivindica juiciosamente la importancia de la estética de Hegel para la discusión sobre el arte moderno, en particular, para la pintura, en lo que tiene que ver con la disposición para mirarla y apreciarla. La intención que guía su trabajo tiende a contrarrestar actitudes investigativas de historiadores del arte como Hans Belting. Para este reconocido historiador contemporáneo, Hegel no cuenta, pues es un teórico de lo absoluto que mira el arte desde la perspectiva superior de un dios. Posiciones como esta deslegitiman con autoritarismo mas no con conocimiento el legado de Hegel, tan rico en sorpresas para las ciencias del arte en la actualidad [3].
Con el debido reconocimiento ante el trabajo filosófico estricto que en los últimos años se ha logrado consolidar sobre Hegel, en particular sobre la constitución del sistema, una preocupación a la que Hegel fue fiel a lo largo de su vida, y en la que hay hitos tan significativos como la Fenomenología del Espíritu (1807), la Ciencia de la Lógica (1812-1816) y la Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas (1817, 1827, 1830), el interés del presente trabajo se dirige, no a este Hegel de la Wissenschaft, de la ciencia y del sistema, sino al Hegel de la Bildung, al Hegel partícipe de su presente cultural, agente y paciente en él. Este Hegel de la Bildung, de la cultura viva y cotidiana, se ha venido perfilando cada vez más. Y en esta faceta en modo alguno se malogra su concepción filosófica, todo lo contrario, se enriquece, se matiza, se actualiza mejor, sobre todo, aparece con extraordinaria claridad que sus consideraciones sobre la naturaleza, la religión, el arte y lo absoluto responden, ante todo, a las preocupaciones de un pensamiento instalado en la vida moderna y comprometido con ella.
Referencias
[1] Pinkard, Terry. Hegel. Una biografía. Madrid, Acento Editorial, 2001 (Cambridge University Press, 2000), p. 9.[2] Zubiri, X., citado por: Duque, Félix. Historia de la filosofía moderna. La era de la crítica. Madrid, Akal, 1998, p. 900.[3] Collenberg-Plotnikov, Bernardette. Thesen zur gegenwärtigen Bedeutung der Kunst. Hegels Konzeption der Malerei in der Berliner Ästhetikvorlesung von 1823. En: Hegels Ästhetik. Die Kunst der Politik-Die Politik der Kunst. Editado por : A. Arndt / K. Bal / H. Ottmann. Hegel-Jahrbuch 2000. Berlin, Akademie Verlag, p. 48. Belting, Hans. Das Ende der Kunstgeschichte. Eine Revision nach zehn Jahren. München, Verlag C. A. Beck 1995, p. 135.
Javier Domínguez Hernández
Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia
e-mail: jdomin@nutabe.udea.edu.co
Despedirse con un Gran Final
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Si Trump cree que Putin permitirá que el oeste de Ucrania siga siendo
armado hasta los dientes por Occidente y sirva como un puesto avanzado
hostil estad...
Hace 20 horas
2 comentarios:
Cuando estudie Estética en la Universidad Católica un profesor llamado Gabriel Castillo se precipito, su estilo enajenado junto con su corpus teórico, a hacer de Hegel una figura despótica, a poner en boca de Hegel una especie de canon estricto, tratándolo, incluso, de racista. Profesor reconocido, joven aún, estudiante en Paris, esta a tiempo de salvarse de los reduccionismos ilustrados propios de una universidad normal, es decir, de una universidad chilena. Las compañeras, mis compañeras, estudiantes de estética, tanto que admiraban a ese profesor, sus camisas manga larga, sus estilos. Hagamos las cosas, las teorías, un poco más difíciles, es decir, hagamos las cosas, hagamos las teorías.
Bueno en cuanto a lo de racista, si Hegel era bastante racista, busca una frase suya que dice: "No nos podemos convencer de que Dios, quien es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena en un cuerpo tan negro..." Me parece que Hegel es bueno es muchas cosas, sin embargo hay que reconocer las debilidades de todo autor, ese es el sentido crítico que todo universitario debe desarrollar.
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